Hoy en día, los tatuajes ya no son solamente un asunto de “delincuentes”. Ejecutivos de importantes empresas, profesionistas, estudiantes, artistas, y hasta amas de casa, ya se pueden observar con marcas de tinta en la piel. Y aunque las razones para realizar esta práctica son diversas (con el fin de conmemorar una fecha o el recuerdo de persona, de proyectar un rasgo de la personalidad o por simple estética) es un hecho que el rechazo de la población mexicana por las personas tatuadas va disminuyendo a paso acelerado.
Mucho de ello se debe al cambio generacional.Todavía hace 20 o 30 años la constante era que, al ver a una persona tatuada, el ciudadano promedio pensara que ese sujeto había cumplido tiempo en la cárcel o que pertenecía a alguna banda delictiva.
Los acelerados avances tecnológicos, que han permitido conocer nuevas culturas y distintas formas y visiones de concebir el mundo,han permitido también que el millennial promedio ya no realice esta ecuación en su cabeza de “tatuado=persona non grata”.
Sin embargo, las restricciones en el mundo laboral aún son evidentes.Cuando se trata de un trabajo de relaciones públicas o comunicaciones, las personas con tatuajes visibles, ya sea por autocensura o por indicación de sus superiores, decide cubrirlos y así no proyectar una imagen “errónea” de ellos mismos.
Esto no pasa en un trabajo donde la creatividad sea la principal herramienta laboral, como en el caso de diseñadores gráficos, pintores, músicos, escritores o personas dedicadas a la publicidad. En esas esferas el tatuaje incluso puede llegar a ser buen augurio, como el indicador de una persona creativa, aventurera y valiente.
Pero a pesar de que algunas restricciones se mantienen, el estar “rayado” ya no significa necesariamente ser rechazado en una entrevista de trabajo, no obtener un ascenso o ser hostigados por los compañeros en la actividad laboral.
Los tabúes que rodean a los trabajadores tatuados, aunque no se han erradicado por completo, en México se encuentran disminuyendo significativemente, de la mano de las nuevas generaciones y de la mayor propagación de información al respecto.
Esta apertura ha traído a la mesa una importante discusión, en materia legislativa, por penalizar la discriminación a personas tatuadas; también ha permitido que se legisle en materia sanitaria, buscando que los establecimientos donde se tatúe cuente con las condiciones de seguridad y salubridad necesarias para hacerlo.
Los tiempos continúan cambiando y seguramente, los tabúes sociales y laborales que rodean a las personas tatuadas seguirán erradicándose. Cada vez, a nivel tanto local, como nacional y mundial, el utilizar el cuerpo como un lienzo donde plasmar experiencias, fechas, personas y un sinfín de diseños, se va volviendo tan común como hacerlo en una hoja de papel.
